Un funcionario corrupto y un devoto creyente

Eran las 5 de la madruga del día sábado cuando el hermano Jaime se levantaba de sus rodillas después de culminar la vigilia de oración que su iglesia había organizado. Mientras se dirigía al comedor con su esposa y sus dos pequeños hijos, Michael y Giancarlo, que estaban muy cansados, se le acercaron sus amigos de la iglesia, quienes recién llegaban porque también habían terminado otra vigilia, pero en las redes sociales. Se habían pasado toda la noche denunciando y condenando a los funcionarios corruptos que se lucraban con el dinero del pueblo, aquellos inmorales que se dan la gran vida con los frutos de su abuso y opresión. Era parte de la guerra espiritual que desataban contra el mal que avanzaba sin cesar!
Por el otro lado el funcionario Hugo permanecía totalmente privado después de la gran borrachera que habían tenido en la casa de su amigo el juez Jiménez. Ya era una costumbre empezar el fin de semana con una gran fiesta; las “amigas” esperaban ansiosas que llegara el viernes porque Hugo y sus amigos no eran mezquinos ni misios como sus otros clientes, disculpa, diré amigos. Al mediodía Hugo se despertó y salió disparado al baño mientras intentaba mantener el equilibrio, la resaca le había caído bomba esta vez. El dolor de cabeza que tenía era fuerte, pero cuando recordaba el dinero que había recolectado esa semana de su cliente El Banco Internacional, por la ayuda que les garantizó la victoria del juicio contra el mafioso Mercado Provincial, se distraía y trataba de suprimir el malestar físico.
A esas horas el hermano Jaime ya estaba despierto, después del descanso de 5 horas exactas que había programado con su alarma. Los hijos Giancarlo y Michael gritaban furiosos para que apaguen la alarma, pero nadie los escuchaba porque el padre había salido un minuto a la bodega de la esquina con su esposa para comprar los víveres que irían a ofrendar el día siguiente en la iglesia, pues justamente habían separado el dinero exacto desde que le pagaron el fin de mes pasado. Cuando regresaron el padre escucho que Giancarlo exclamaba, “M*&rD»! Apaguen la alarma!!”. Jaime y su esposa quedaron estupefactos, no podían creer lo que sus oídos habían escuchado. El pequeño Giancarlo de 6 años había profanado en su propia casa. Jaime los despertó para darles una larga lección por que uno jamás debe de pronunciar palabras obscenas.
En ese preciso momento Hugo estaba insultando al mananger del Casino Midas porque no le habían reservado, a él y sus amigos, su mesa de Póker habitual para las apuestas de esa noche. Después de un griterío y unas cuantas amenazas judiciales, el Casino Midas hizó un espacio y los comenzó a servir como reyes. Las meseras no soportaban cuando Hugo llegaba, pues no solo era un malcriado sino un mañoso, que inclusive les había ofrecido un «mejor trabajo». Una de ellas se indigno profundamente y le mando un mensaje de texto a su amigo, quien tenia un hermano periodista, con la foto del funcionario Hugo borracho y haciendo alborotos.
A esas horas el hermano Jaime ya estaba poniendo a dormir a sus hijos en la cama, pues era importante descansar bien para ir a servir al templo de Dios desde temprano en la mañana. Cuando el hermano Jaime llegó a su cama le preguntó a su esposa si ya había colocado el diezmo en el sobre de la iglesia con su nombre y número de membresía para el día de mañana. La esposa le respondió diciendo; «Por su puesto mi amor! Ya tenemos el diezmo, la ofrenda y la donación de amor para llevarlo mañana a la iglesia.» El hermano Jaime la besó en la frente y descanso plenamente.
Esa misma noche el funcionario Hugo estaba furioso porque había perdido la apuesta. Todo lo que había mal ganado se quedó en la casa del Casino Midas. Sus amigos al ver tanto alboroto decidieron irse cada uno por su cuenta, finalmente el embriagado funcionario Hugo salió caminando hasta quedar dormido en una esquina no muy lejos de la iglesia donde el hermano Jaime asistía con su esposa. Cuando se levantó al día siguiente no podía creer lo que sus ojos veían, su foto de la noche anterior en el Casino Midas, haciendo alborotos y borracho, estaba en primera plana de varios periódicos. Hugo estaba sumergido en la vergüenza y por primera vez se sintió impotente en su miseria.
En ese momento el hermano Jaime entraba a la iglesia con su familia, sus amigos lo estaban esperando para compartirle las últimas noticias. Después que dejó a sus hijos en la escuela bíblica, el hermano Jaime comenzó a escuchar todos los detalles que sus amigos le comentaban y que por supuesto ya habían publicado en sus respectivas cuentas de Facebook, Twitter y correo electrónico, utilizando la base de datos de la iglesia. Mientras los hermanos se reunían para empezar el culto, el funcionario Hugo entró disimuladamente por la puerta de la iglesia. Las hermanas ujieres al ver un hombre entrar en la iglesia pensaron en llevarlo adelante donde están los sitios vacíos pero al reconocerlo se detuvieron y corrieron donde los amigos del hermano Jaime para avisarles que Hugo, el infamoso funcionario, había venido a la iglesia y se había sentado en la última fila queriendo pasar por desapercibido.
Cuando los amigos se dieron cuenta que Hugo sí estaba en la última fila no sabían donde esconder su sorpresa, alarmados y furiosos por lo acontecido se dispararon cada uno por su cuenta. El primero mando un mensaje por twitter con foto incluida donde decía, “El corrupto Hugo pretende lavarse la cara viniendo a la iglesia! Él no es miembro de esta iglesia! No pertenece a los nuestros!”, el otro amigo en su desesperación solo decidió re-tuitear el mensaje y fue corriendo donde el hermano Jaime para que empiece la oración de una vez!
En ese momento el hermano Jaime se levanto erguidamente y comenzó a clamar a voz alta en el micrófono que le habían dado, el sonido ya estaba modulado para que se escuche en toda la cuadra, y comenzó la oración diciendo, “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, fornicarios— ni mucho menos como ese funcionario público. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo.”
En ese momento Hugo ya no sabia que hacer, su vergüenza era tan grande y su humillación incalculable, asi que decidió bajar la cabeza, encogido en su ignominia, y con la mano que le hizo perder todo, cerro un puño y se golpeo al pecho, con voz lenta y suave dijo, “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!
¿Adivinen quien fue justificado delante de Dios? El funcionario corrupto! Porque todo aquel que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
*Esta historia esta inspirada en la Parábola del fariseo y del recaudador de impuestos relatada por el gran maestro, Jesucristo, que se encuentra en el evangelio de San Lucas 18:9-14